Un comerciante local compara la vida de hace 67 años con el estilo de vida comercial actual que se experiencia en el Paseo
El sol ardía tenuemente, el aire se sentía fresco, el ambiente se percibía hostil. Caminaba en dirección a lo que antes daba vida al casco urbano de Río Piedras: el Paseo de Diego; que estaba vacío, y casi podía ver una bola de abrojo cruzar de lado a lado el arrinconado pero amplio Paseo de Diego.
Paseo de las Artes
En algún recoveco eventualmente paralelo a las calles Georgetti y Arzuaga comienza el Paseo de las Artes, como lo llamó el joven ilustrador, muralista y tatuador, Ricardo Sánchez, quien pintaba un mural del rostro de un lobo utilizando pintura negra, en lo que era la puerta principal del antiguo edificio del Banco Popular en Río Piedras. El joven practicaba sus destrezas de arte de mural para la competencia Global Illustration Battles, que se celebrará el 28 de abril en Río Piedras.
Muerte geográfica
Más adelante, un señor parecía estar perdido en sus pensamientos, contemplando la nada. Estaba sentado en una plataforma que servía de banco, acompañándose a sí mismo. El hombre vestía una camisa de botones negra, un mahón oscuro, un par de zapatos casuales y un sombrero estilo homburg o fedora. Parecía que había pasado su mañana haciendo compras porque sujetaba varias bolsas plásticas blancas en las manos…
El Paseo parecía estar muerto en vida. De vez en cuando me pasaba gente por al lado, y por gente digo un par de personas. Seguí caminando sin rumbo, sin saber a dónde me dirigía, pues era la primera vez que caminaba ese largo y angosto Paseo de Diego. Tomaba fotos esporádicas de los edificios abandonados, los negocios que aparentaban estar pujando los ánimos porque los empleados parecían estar en baja, de los grafitis o arte urbano que se puede apreciar en aquel paseo, y del monumento o torre que dice en mayúsculas “PASEO DE DIEGO”.
Posiblemente caminé 400 metros de ida pisando aquel compacto suelo y 800 metros de vuelta, porque el caminar fue eterno para regresar a la acera paralela a la Avenida Juan Ponce de León. Es interesante cómo un espacio geográfico cambia dependiendo de la ubicación geográfica de la persona, ya que nunca se ocupa el mismo espacio dos veces.
“Mira a ver”
Antes de despedirme por completo del Paseo de Diego, me percaté de una pareja que estaba sentada al lado de una mesita llena de gorras, sombreros, pamelas y gafas. Cuando me acerqué a ellos, la señora se despidió de mí y me presentó a su esposo, José Vázquez Torres, quien me dijo que su negocio no tenía nombre, pero que, en todo caso, se llamaría como él: “Cheo”.
José es un señor de 67 años, nacido y criado en el Paseo. Parecía tener una personalidad fuerte. Cuando logré entablar una conversación con Cheo, me percaté de lo sentido, preocupado, y hasta molesto que él está con el ánimo actual del Paseo de Diego. “Aquí viene gente de todos los países, mira a ver, aquí la gente se desmayaba de tanta gente que había, mira como está que tú los puedes contar. Esto no hay quien lo arregle, mira a ver”.
“Yo soy nacido y criao’ aquí, el viejo mío abría a las 7 de la mañana, ya a las 10 de la mañana, a las 11, habían 800, 700 dólares vendios, y ahora, hay días que yo no vendo un peso”. José afirmó que la interacción con las personas es buena, pero “ha bajado un 90% de las ventas, mira a ver”. Aunque hay una estación de tren en Río Piedras, eso no atrae al público porque las noticias que se publican de Río Piedras no son las más pintorescas ni favorables para ello, aseguró don Vázquez.
Lamentada de la realidad que José Vázquez Torres había plantado en nuestra conversación, me despedí de los 1,200 metros que pensé haber caminado en menos de una hora, bajo un cielo lleno de nubes blancas y con un estómago que gruñía molesto del hambre.
Paseo de las Artes
En algún recoveco eventualmente paralelo a las calles Georgetti y Arzuaga comienza el Paseo de las Artes, como lo llamó el joven ilustrador, muralista y tatuador, Ricardo Sánchez, quien pintaba un mural del rostro de un lobo utilizando pintura negra, en lo que era la puerta principal del antiguo edificio del Banco Popular en Río Piedras. El joven practicaba sus destrezas de arte de mural para la competencia Global Illustration Battles, que se celebrará el 28 de abril en Río Piedras.
Muerte geográfica
Más adelante, un señor parecía estar perdido en sus pensamientos, contemplando la nada. Estaba sentado en una plataforma que servía de banco, acompañándose a sí mismo. El hombre vestía una camisa de botones negra, un mahón oscuro, un par de zapatos casuales y un sombrero estilo homburg o fedora. Parecía que había pasado su mañana haciendo compras porque sujetaba varias bolsas plásticas blancas en las manos…
El Paseo parecía estar muerto en vida. De vez en cuando me pasaba gente por al lado, y por gente digo un par de personas. Seguí caminando sin rumbo, sin saber a dónde me dirigía, pues era la primera vez que caminaba ese largo y angosto Paseo de Diego. Tomaba fotos esporádicas de los edificios abandonados, los negocios que aparentaban estar pujando los ánimos porque los empleados parecían estar en baja, de los grafitis o arte urbano que se puede apreciar en aquel paseo, y del monumento o torre que dice en mayúsculas “PASEO DE DIEGO”.
Posiblemente caminé 400 metros de ida pisando aquel compacto suelo y 800 metros de vuelta, porque el caminar fue eterno para regresar a la acera paralela a la Avenida Juan Ponce de León. Es interesante cómo un espacio geográfico cambia dependiendo de la ubicación geográfica de la persona, ya que nunca se ocupa el mismo espacio dos veces.
“Mira a ver”
Antes de despedirme por completo del Paseo de Diego, me percaté de una pareja que estaba sentada al lado de una mesita llena de gorras, sombreros, pamelas y gafas. Cuando me acerqué a ellos, la señora se despidió de mí y me presentó a su esposo, José Vázquez Torres, quien me dijo que su negocio no tenía nombre, pero que, en todo caso, se llamaría como él: “Cheo”.
José es un señor de 67 años, nacido y criado en el Paseo. Parecía tener una personalidad fuerte. Cuando logré entablar una conversación con Cheo, me percaté de lo sentido, preocupado, y hasta molesto que él está con el ánimo actual del Paseo de Diego. “Aquí viene gente de todos los países, mira a ver, aquí la gente se desmayaba de tanta gente que había, mira como está que tú los puedes contar. Esto no hay quien lo arregle, mira a ver”.
“Yo soy nacido y criao’ aquí, el viejo mío abría a las 7 de la mañana, ya a las 10 de la mañana, a las 11, habían 800, 700 dólares vendios, y ahora, hay días que yo no vendo un peso”. José afirmó que la interacción con las personas es buena, pero “ha bajado un 90% de las ventas, mira a ver”. Aunque hay una estación de tren en Río Piedras, eso no atrae al público porque las noticias que se publican de Río Piedras no son las más pintorescas ni favorables para ello, aseguró don Vázquez.
Lamentada de la realidad que José Vázquez Torres había plantado en nuestra conversación, me despedí de los 1,200 metros que pensé haber caminado en menos de una hora, bajo un cielo lleno de nubes blancas y con un estómago que gruñía molesto del hambre.